El especialista en audio entrevista a Richard Brooker, célebre diseñador de sonido para teatro y usuario convencido de Sennheiser, que trabajó como conductor de ambulancias para el servicio nacional de salud británico durante la pandemia.
Tras haber dedicado gran parte de su vida al teatro y al sonido en directo, Richard Brooker es uno de los diseñadores de sonido más reputados del Reino Unido. Ha trabajado en producciones como Dreamgirls, El guardaespaldas, Chess, Annie, Sister Act, Funny Girl, West Side Story y Quiero ser como Beckham, además de los Proms de la BBC y el festival de Glastonbury, entre otros. El teatro, como les ocurre a tantos otros profesionales de este sector, es mucho más que un trabajo para Brooker: es su vida, es algo que le define como persona.
Cuando la pandemia global frenó en seco el teatro y la industria del entretenimiento, y cayó el telón sobre todas las salas del mundo, miles de personas perdieron el trabajo de la noche a la mañana, al igual que Brooker.
“Cuando el mundo se detuvo, de pronto nos quedamos con una mano delante y la otra detrás” recuerda Brooker. “Es muy fácil quejarse a los productores, pero ¿qué iban a hacer, si no entraba dinero? La única opción era cerrar las puertas.”
Al vivir en el campo, cerca de la naturaleza, Brooker y su esposa sentían que era un privilegio poder apartarse de la masificación urbana y disfrutar de los espacios verdes que los rodeaban, más seguros. Sin embargo, sin medios financieros para mantenerse y sin un rumbo concreto, la vida pronto se les empezó a hacer cuesta arriba.
“Se trata de un momento histórico que nuestros hijos estudiarán” afirma Brooker. “Cada quien tendrá su propia historia de la pandemia, pero yo lo que recuerdo es haberme planteado ‘¿Quién soy?’. Había dedicado 30 años de mi vida al sonido profesional en directo, así que es lógico que ese trabajo se hubiera convertido en ‘mí’, en la forma de definirme. Hablé con muchas personas que se sentían igual. Que ya no tenían propósito en la vida. La necesidad inherente en todos nosotros de llevar a cabo un espectáculo es enorme y los efectos colaterales fueron desastrosos. Otros negocios, como los restaurantes y los bares, que dependen del teatro local para llenar las mesas cada noche, se vinieron abajo”.
Al haber formado parte de los servicios de emergencia voluntarios durante más de 10 años, Brooker ya sabía que le gustaba ayudar a otras personas. Por eso, cuando el servicio de ambulancias de West Midlands se puso en contacto con él en enero del año pasado para preguntarle si quería aceptar un puesto como conductor de ambulancias para el sistema nacional de salud británico, Brooker ni se lo pensó.
“Me aportó la claridad que necesitaba, además de ingresos para sostener a mi familia, que crecía” explica. “Formar parte de los servicios de emergencia, atender a pacientes de covid que estaban muy enfermos… Las emociones eran intensas y traumáticas, pero muy gratificantes a la vez”.
A Brooker también le gustaba la idea de mejorar el nivel de su formación y profundizar en sus conocimientos, una actitud que considera que adquirió en la industria del espectáculo, que al estar continuamente en evolución exige un aprendizaje constante.
“Formarme más para poder lucir el uniforme verde con orgullo fue de lo más satisfactorio, informativo, agotador y emocionante al mismo tiempo” cuenta.
Dado que la situación se ha encarrilado, Brooker ha vuelto al mundo de la ingeniería y el diseño de sonido, pero su intención es continuar como voluntario en el servicio de ambulancias. “Es una yuxtaposición interesante. Trabajar en una ambulancia es prácticamente el polo opuesto de lo que hacemos en entretenimiento. Si alguien llama a una ambulancia, es porque se encuentran muy mal y necesitan ayuda urgente. Sin embargo, la gente que te encuentras en el teatro ha ido allí a disfrutar del espectáculo. La diferencia entre ambas es inabarcable, y me parece un privilegio y una honra poder formar parte de ambos mundos”.
Al hablar de lo que le aguarda en 2022, Brooker espera que, tras dos años tan difíciles, el telón por fin se vuelva a levantar, y que las salas de todo el mundo empiecen a recuperarse de los devastadores efectos derivados de la pandemia.
“Estoy deseando ver qué pasará este verano” afirma. “Los espectáculos vuelven poco a poco, y a las personas que trabajamos en esto nos empiezan a llegar proyectos otra vez, lo que nos hace mucha ilusión. Por supuesto, es todo un desafío, tanto recuperar al público del teatro como reconstruir una plantilla mermada por la falta de personal autónomo con experiencia, porque, por desgracia, muchas personas con talento han cambiado de industria de forma permanente, o no han superado aún los problemas psicológicos causados por tanto tiempo de aislamiento y confinamiento. Espero que todo el mundo tienda a ser un poco más amable con los demás después de una experiencia como esta”.
La gira por el Reino Unido de Dreamgirls y el musical de La familia Addams son dos de las producciones en las que trabajará Brooker este año junto a otros profesionales del teatro, antiguos o recién llegados, a quienes se refiere cariñosamente como “una panda de inadaptados que encajan entre ellos”.
“Se trata de abrir bien los brazos para dar la bienvenida a cualquier persona que quiera formar parte de nuestra industria” concluye Brooker. “El teatro siempre ha sido un refugio seguro para algunas personas a las que no se aceptaba en otros sitios. Si cada vez viene más gente de ambientes distintos como público al teatro, cada vez más gente de esos ambientes trabajará aquí. La diversidad no hace más que aumentar en la industria del entretenimiento, ¡y todos deberíamos recibirla con los brazos abiertos!”